
“Madame Bovary soy yo” es la frase que se le atribuye a Gustave Flaubert, al parecer, de forma infundada, según poeta y ensayista mexicano Alberto Paredes.
Paredes afirma que, en realidad, el escritor negó rotundamente que la historia estuviera basada en sus propias experiencias y sentimientos. De hecho, en una carta a su admiradora Mlle Leroyer de Chantepie el 18 de marzo de 1857, le dice: “Madame Bovary no tiene nada verdadero. Es una historia totalmente inventada; no metí nada de mis sentimientos ni de mi existencia”.
Y parece que no miente, pues lo que se conoce de su biografía a partir de su correspondencia poco tiene que ver con la vida de su personaje. En una cita de su epistolario, por ejemplo, el autor francés afirma: “Asunto, personajes, consecuencias, etc… todo está fuera de mí … Al escribir ese libro soy como un hombre que tocara el piano con balines de plomo en cada falange”.
La cita en cuestión “Madamee Bovary, c’est moi” (Madame Bovary soy yo) no se encuentra ni en la Correspondencia ni en las obras de Flaubert. Tan solo figura en nota del libro de René Descharmes, Flaubert. Sa vie, son caractère et ses idées avant 1857, Ferroud, 1919, p 103, y que dice:
“Una persona que conoció muy íntimamente a Mlle Amélie Bosquet, que se correspondía con Flaubert, me contó hace poco que cuando Mlle Bosquet preguntó al novelista de dónde había sacado el personaje de Mme Bovary, él habrá respondido muy claramente, repitiendo varias veces: Mme Bovary, c’est moi! – D’après moi”.
La persona en cuestión sería el Sr. E. de Launay, quien vivía en el 31 de la rue Belechasse, lo anterior a partir de una nota manuscrita de René Descharmes (custodiada por la Bibliothèque national de France: N.A.F., 23.839 f° 342). Así que pudiera ser de esa nota de Descharmes, de donde se extrajo el tan extendido rumor.
Lo que sí es cierto es que Flaubert hace referencia en varias ocasiones a su oficio de escritor y a su gran capacidad para meterse en la piel de sus personajes, tanto que es capaz de sentir lo que ellos sienten. De este modo, por ejemplo, declara en una ocasión refiriéndose al personaje femenino de su novela: “A tal grado que a las seis, cuando escribía la frase ataque de nervios, estaba tan fuera de mí, que gritaba tan fuerte, sentía tan profundamente a mi mujercita, que tuve miedo de yo mismo sufrir uno –ataque de nervios– por mi cuenta”.
Y en este misma línea, de su correspondencia puede extraerse el siguiente fragmento de una carta a H.Taine: “Mis personajes imaginarios adoptan mi forma, me persiguen o, por mejor decirlo, soy yo quien está en ellos. Cuando escribí el envenenamiento de Emma Bovary, tuve en la boca el sabor del arsénico con tanta intensidad, me sentí yo mismo tan auténticamente envenenado, que tuve dos indigestiones, una tras otra, dos verdaderas indigestiones, que llegaron a hacerme vomitar toda la cena”.
Podría decirse que Flaubert, aplica en cierta forma los principios del sistema Stanislavski a su escritura. Según uno de los principios del método Stanislavski, si el actor ve por sí mismo aquello sobre lo que debe hablar o de lo que debe convencer a su interlocutor en escena, conseguirá conquistar la atención del espectador con sus visiones, convicciones y creencias. El escritor francés, sin embargo, al contrario que algunos actores de Hollywood, ni siquiera necesitaba cambiar su apariencia o colocarse un disfraz: le sobraba con su imaginación. Afortunadamente, para sus lectores, teniendo el cuenta el final de muchos de sus personajes.
En realidad, poco debe importarnos si Flaubert dijo o no eso de «Madam Bovary soy yo», pues de lo que se trata es de entender la intensidad con que el escritor francés vivía la escritura. Podemos aprender de él mucho a la hora de imaginar personales de ficción, creando personajes tan verosímiles que parezcan reales en la mente, e incluso en el corazón y en los ojos, del lector.
Bibliografía:
Paredes, Alberto. Madame Bovary soy yo: el origen de esta atribución infundada.
Azuar Carmen, Rafael. Teoría del personaje literario.
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