
Cuando un alumno de uno de mis talleres de escritura está escribiendo una novela que puede englobarse dentro de un determinado género, es lógico que tarde o temprano llegue el momento de hablar de las convenciones literarias. Pero, ¿qué son exactamente las convenciones de género?
Convenciones literarias, definición
Con convenciones de género nos referimos a aquellos signos característicos de cada género narrativo, ya sea literario o cinematográfico, a los que el autor o guionista debe ceñirse para satisfacer a un tipo de lector o espectador. En estos signos convencionales pueden incluirse desde ambientaciones, arquetipos de personajes, esquemas de trama, acontecimientos o ideas argumentales, conflictos narrativos o incluso desenlaces. Estas convenciones literarias identifican claramente un género y lo distinguen de los demás.
Se trata pues, por decirlo de alguna manera, de una serie de normas aplicables a cada género (no en el sentido estricto de la palabra, pero casi), y cada una de estas convenciones está ligada a su género de tal manera que saltarse estas normas puede hacer fracasar cualquier proyecto narrativo. ¿Normas? ¿Esto no es escritura creativa? Pero, ¡qué dice esta tía! ¿No nos insiste siempre en lo de ser originales?
Sí, así es, pero hay que tener en cuenta que los géneros se establecieron como una forma de relacionar cada tipo de obra con su lector modelo, y cuando un futuro lector compra un libro, o va a ver una película, de un determinado género es porque espera encontrar algo en concreto. Ese “algo concreto” se define precisamente por esas convenciones de género. Si no las encuentra, no es extraño que se sienta decepcionado. Como mucho dirá: “Me ha gustado, pero no es lo que esperaba”. Y, por la expresión de su cara, puedes deducir que lo de no haber encontrado “eso que esperaba” no lo dice precisamente en sentido positivo.
Convenciones de género, algunos ejemplos
El género policiaco: un trama bien organizada
Empecemos con los ejemplos que siempre ayudan más a entender la teoría. Pongamos una novela o película clasificada, o que el marketing nos ha vendido, como de género policiaco. Uno de los géneros más rígidos que existen.
Todos sabemos que necesariamente tiene que haber un crimen, entendiendo por crimen un delito. En la mayor parte de las veces hay un asesinato u homicidio, o alguien acaba muerto tarde o temprano, pero si no, al menos hay un robo, una extorsión, un engaño o estafa, etc. Este delito debe ocurrir, o presentarse, relativamente pronto, cuanto antes mejor. No es raro que la aparición de un cadáver sea el comienzo de este tipo de historias. La trama policiaca (una convención) gira siempre en torno a una investigación que realiza el personaje denominado “detective” (otra convención), si bien este puede ser un policía o investigador profesional, o simplemente un aficionado, como un amigo de la víctima o alguien implicado emocionalmente, incluso uno de los sospechosos.
Bien, ahora te planteo la siguiente pregunta. Imagina que estás leyendo una novela o viendo una película de género policíaco en la que la trama se estructura en torno a la investigación de la desaparición y asesinato de varios niños. Llega el final y no se averigua quién es el culpable, ni siquiera se sugiere: no se sabe nada. La investigación ha llegado a un punto muerto. Por lo tanto, no se detiene a nadie. El asesino sigue libre (aclaro que hablo de una novela autoconclusiva o de una película, no de una saga o de una serie, evidentemente). A ver si te ayudo con la expresión que te vendría a los labios después de ver aparecer el The End o el punto final: “Me cago en… (sustantivo variable)”. Pues eso.
El desenlace a menudo es también una convención del género. Si me cuentas una historia criminal o de suspense “el malo” tiene que tener su castigo. Mételo en la cárcel, cárgatelo o que por ironía dramática se caiga por un precipicio, pero no me dejes un asesino de niños suelto por ahí. Ya, ya sé que a muchos les gusta el morbo, que el espectador no ha perdido detalle de la escena del crimen y se ha tragado imágenes muy violentas sin pestañear mientras se comía los nachos y las palomitas, pero tiene su corazoncito. Yo creo que con este ejemplo lo tienes bastante claro, ¿no?
Convenciones literarias del género humorístico
Sigamos con los ejemplos. Cambiemos de bando y hablemos del género humorístico. Evidentemente, sí, se trata de hacer reír. Pero, ¡cuidado!, no a cualquier precio. Una de las convenciones del género humorístico o de comedia es que al final nadie resulta herido. Puede que a lo largo de la historia alguien haya sufrido algún daño menor, siendo el calificativo de menor más flexible en el caso de la comedia negra, pero al llegar al desenlace, aunque alguno tenga la pierna escayolada, sabemos que todo va terminar más o menos bien.
No tenemos por qué plantear tampoco el típico final feliz (eso lo reservamos para el género romántico), pero al menos no se acaba el mundo: la vida sigue su curso. Existe la posibilidad de que alguien llore durante la trama, pero será de risa o, si me apuras, de emoción. Pero, si esperas que después de ver sufrir de verdad a un personaje me parta de risa, estás muy equivocado. Una cosa es ser un pillo, un poquito malo o incluso vengativo, y otra muy distinta ser cruel.
Conece las convenciones del género
Sabiendo ya la importancia de las convenciones literarias se trataría entonces de estudiarlas y analizarlas. Hacer una lista de nuestros libros o películas favoritas relativas a ese género en concreto puede ayudarnos a encontrar esos elementos comunes que lo caracterizan. Porque no, no hay un listado de convenciones de género en ninguna enciclopedia literaria, aunque sí algunos ejemplos. Por otro lado, no siempre los géneros se encuentran en estado puro, sino que es frecuente, sobre todo en la actualidad, la mezcla de un género con otro u otros, lo que es importante tenerlo en cuenta también a la hora de estudiar las convenciones literarias.
Convenciones de género no es lo mismo que clichés
Una última cosa, no debemos confundir convenciones con clichés. Esto último no son más que los “topicazos” propios de cada género y que con frecuencia obligan al lector o espectador a suspirar: ¡Me lo imaginaba! Un cliché del género policiaco es que matan al amigo o al compañero del policía, o que secuestran a su familia; y, en el género humorístico, se escenifican chistes sobradamente conocidos y abundan los tropiezos tontos. En la literatura romántica (trama del tipo chica-busca-chico y sus variantes), los enamorados sufren por su amor (convención), otra cosa distinta es “morir de amor” (cliché).
Como en todo hay excepciones, quizá quieres plantear una nueva y sorprendente versión moderna de algún clásico como Romeo y Julieta, pero ya puedes tener cuidado y ser creativo porque el tópico va a estar llamando a tu puerta todo el tiempo dispuesto a entrar en tu proyecto narrativo. Además este tipo de obra sería más bien un drama, pues si algo espera un lector (casi siempre son lectoras) de novela romántica es un final feliz. Los enamorados estarán separados, o peleados, o distanciados, o infelices, la mayor parte del tiempo, pero, al final, acabarán juntos.
Las convenciones de género, al contrario de lo que pueda parecer, no nos limitan, solo son una guía para adecuarnos a los gustos del lector. Los clichés en cambio, los lugares comunes, son esquemas repetidos hasta la saciedad que nos indican que el escritor o guionista no se inspiró en las obras de su género, sino que las copió.
En conclusión, cada escritor tiene que identificar su género y conocer sus convenciones. Si no es así, no deberá sorprenderse si decepciona al lector.
Bibliografía: El guion. McKee, Robert. Alba Editorial
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