
En los cursos de novela que impartimos en la escuela, insisto mucho en la importancia que tiene la caracterización del protagonista de tu novela. Es cierto que en el relato son importantes también, pero aún lo son más cuando tenemos por delante la lectura de cien, doscientas o trescientas páginas. Ya hablamos en otra entrada del blog de la diferencia entre empatía y simpatía. Que el lector pueda empatizar con nuestro protagonista será clave para atraer su atención, para que esté deseando llegar a la siguiente página y saber qué le pasa.
Blake Snyder, guionista y autor del libro Salva al gato, tiene una claves para enganchar al espectador: tienes que lograr que tu protagonista sea “molón”. Sí, tu prota tiene que molar, por eso hay que incluir siempre una escena en la que el protagonista muestre su “faceta molona”, una escena en la que haga algo guai, ya sabes. Algo que puede ser tan sencillo como salvar a un gato. Es conveniente además que esta escena aparezca pronto, sobre todo si queremos aplicar esta técnica en una novela, debemos mostrarla antes de que el lector abandone el libro y se decida por otro. Snyder nos muestra en su libro errores y aciertos de los protagonistas de las películas con algunos ejemplos:
Mirad, si no, una superproducción a la última como Lara Croft. Se gastaron una fortuna en hacer esa peli. Y aún se están preguntando qué es lo que pasó. No se explican que no atrajera al público masculino al que iba dirigida. A mí no me sorprende. ¿Cuál es el problema de esa película? ¿En qué se equivocaron productores y director?
Para mí está claro: no me gusta el personaje de Lara Croft. ¿Por qué habría de gustarme? Es fría y no tiene sentido del humor. Y aunque eso esté bien en el mundo solitario de los videojuegos y de los tebeos, no hace que me entren ganas de salir de casa e ir a ver la película. Los que la produjeron creen que pueden hacer que la protagonista te caiga bien haciéndola molona. A esto se reduce el «desarrollo de los personajes» en las películas de moda: «la chica conduce un coche molón». Así creen algunos que se crea un héroe de éxito.
Pues, colegas, me da igual lo molón que sea: no va a funcionar. ¿Por qué? Porque para que una historia capture nuestro interés, lo primero y principal es que nos guste la persona con la que vamos, a hacer el viaje. Lo que nos lleva al título de este libro: ¡Salva al gato! ¿Salva el qué?
Yo lo llamo la escena de «Salva al gato». Ya no la incluyen en las películas. Y es fundamental. Es la escena en que se presenta al héroe y le vemos hacer algo -como salvar un gato-, lo que define su personalidad y hace que a nosotros, los espectadores, nos caiga bien.
En Melodía de seducción, Al Pacino es un policía. En la primera escena, nos lo encontramos en medio de una operación encubierta. Han tendido una trampa a unos delincuentes que han violado la libertad condicional, haciéndoles creer que van a conocer a las estrellas de los N.Y. Yankees, pero cuando llegan son Al y sus colegas polis los que los esperan para trincarlos. Así que Al es molón. Al menos, ha tenido una idea molona para tenderles una trampa. Pero, además, cuando ya se va, hace algo simpático. Al ve a otro delincuente, que llega con retraso a la trampa y viene con su hijo. Viendo a un papá con su niño muestra su placa al hombre, que asiente con complicidad y se va rápidamente. Y para que no pensemos tampoco que se está pasando de blando, Al aún le suelta al malhechor su frase molona: «Ya te pillo luego».
En fin, no sé a vosotros, pero a mí me gusta Al. Ahora estoy dispuesto a ir a él donde me lleve, y ¿sabéis qué más? Estaré encantado de verle ganar. Todo gracias a una interacción de dos segundos entre Al y un padre con un hijo aficionado al béisbol.
¿Os imagináis que los artífices de Lara Croft se hubieran gastado cuatro dólares en una buena escena del tipo «Salva al gato» en vez de dos millones y medio en aquel nuevo mono de látex para Angelina Joline? Puede que les hubiera ido mucho mejor.
Y tú, ¿has incluido en tu novela una “escena molona”? Esto no es algo imprescindible, pero lo que sí que es importante tener claro por qué, y de qué modo, tus lectores se identificarán con el protagonista de novela. ¿Cómo empatizarán con él? Si no lo hacen, es difícil que decidan seguirlo durante más de doscientas páginas. Piensa en ello.

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