
Una de las principales fuentes de inspiración de un escritor es su propia experiencia. La memoria autobiográfica, ese cajón de sastre lleno de objetos, vivencias y recuerdos, es el principal lugar al que podemos recurrir para buscar historias. Así lo hacemos en nuestro taller sobre cómo escribir una autobiografía.
Sin embargo, aunque nuestra memoria parte de situaciones y acontecimientos reales que hemos vivido, debemos saber que la memoria es ya en sí una ficción. Y es, en cierto modo, ficción, tanto si nuestra experiencia es utilizada para la escritura de una novela de ficción como para escribir un libro autobiográfico. ¿Crees que tu mente recuerda las cosas tal y como han sucedido de manera objetiva? Aunque seas de los que presumen de tener buena memoria, tus recuerdos se guardan siempre envueltos con tu propia experiencia. Es una de las cosas que analizamos en nuestro taller escritura autobiográfica y autoficción.
Son recuerdos subjetivos, te acuerdas de lo que quieres acordarte, o de lo que tu subconsciente quiere recordar. Cuando la realidad termina y se transforma en recuerdo, lo hace modificada por ti. Por tu estado de ánimo en ese momento, por cómo te sentías ante lo que estabas viviendo. Dependerá de si te afectó positiva o negativamente. De si ese día te encontrabas mal y no prestaste mucha atención, si era un momento importante en tu vida o no… Todas esas cosas no influyeron en esa realidad misma, pero sí en tu vivencia. Por tanto, el recuerdo de esa experiencia es siempre distinto a lo que sucedió realmente.
Al respecto, es interesante lo que dice el trabajo de investigación sobre la escritura autobiográfica de Almudeña Ocaña.
En cuanto a los recuerdos que quedan plasmados en una autobiografía y cómo quedan estos registrados, es decir, la memoria autobiográfica, podemos comentar que es difícil dilucidar lo verdadero de lo inventado, lo vivido de lo recreado, tal como expresa la siguiente cita de Ruiz-Vargas:
Hablar de memoria autobiográfica es hablar de los recuerdos que una persona tiene de su vida o, más exactamente, de las experiencias de su vida.
Esta última matización, recogida en la cita inicial del psicólogo Endel Tulving –una autoridad indiscutible en teoría en investigación de la memoria-, nos coloca frente al atributo esencial, en mi opinión, de la llamada memoria autobiográfica; a saber, el sentido del “yo” o de “mí” que comporta; porque es a través de los recuerdos autobiográficos como percibimos nuestro “yo”.
Y es que este tipo de memoria, a diferencia de las demás memorias, constituye el punto crítico en el que convergen los sentimientos, las motivaciones y los deseos, las metas y los logros, los valores, las creencias y los significados de cualquier persona […] en cada recuerdo autobiográfico están los elementos esenciales de la emoción, la memoria y la personalidad.
Por todo ello, la memoria autobiográfica se constituye en el soporte y el organizador de nuestra biografía, de la historia narrada de nuestras experiencias personales. Una historia que es el resultado de la interacción del yo con el mundo (Ruiz-Vargas, J.M., 2004: 183).
Es curioso cómo se hace hincapié en esta cita en la idea de que la memoria autobiográfica es hablar de los recuerdos. Y que, en realidad, lo que se recuerda no es el suceso, sino la experiencia de ese suceso.
Esta problemática no sólo está de actualidad entre los estudiosos del género autobiográfico, sino también en otros ámbitos. Como por ejemplo en películas como en La memoria de los muertos protagonizada por Robin Williams en 2005.
En esta película, se aborda el tema de los recuerdos autobiográficos contenidos en el chip Zoë, un implante de memoria que se coloca en el cerebro cuando naces cuya misión es grabar absolutamente toda tu vida. Cuando mueres, esa grabación se edita en un resumen de todo lo sucedido. Como una película que se muestra en tu funeral con las piezas unidas por un montador. Juguete para los privilegiados, los chips Zoë van cambiando la interacción de los humanos, pues saben que están siendo grabados. Pero algunos se oponen a dicha tecnología emergente, pues creen que los recuerdos están hechos para desvanecerse con el tiempo.
Alan Hackman (Robin Williams), el protagonista de la historia, es el mejor editor del mercado, gracias a su habilidad para abstraerse de los pecados de sus clientes, por lo que es muy demandado en la poderosa profesión de ser el editor final de los recuerdos de las personas. Sin embargo, su talento para ver la vida de otros sin emoción alguna le ha hecho un hombre distante, incapaz de experimentar la vida real en primera persona.
Un día, recortando los recuerdos de un colega, Alan descubre una imagen de su infancia que le ha perseguido toda su vida, un descubrimiento que le llevará a una intensa búsqueda de la verdad. Finalmente, puede comprobar gracias a la tecnología del chip, que el recuerdo que le ha estado atormentando desde su infancia ha sido sólo un error de su mente al almacenar el dato, ya que no guardó el suceso que ocurrió en realidad, sino la impresión que ese suceso causó en su mente y lo que creyó que ocurrió, en lugar de lo que realmente sucedió.
Este hecho que recrea a la perfección la película citada, ocurre frecuentemente en nuestra mente y es el problema con el que nos encontramos a la hora de tratar el tema de la verdad en la autobiografía.
¿Qué estamos leyendo realmente: lo que ocurrió, la impresión del autor ante los hechos…? ¿Qué es ficción y qué es real?
Fuente: LA ESCRITURA AUTOBIOGRÁFICA Y SU REPERCUSIÓN EN EL ÁMBITO EDUCATIVO: JOSEFINA ALDECOA COMO EJEMPLO DE AUTOBIOGRAFÍA Y DOCENCIA de Almudena Ocaña Arias. Páginas 47-49.
Si estás interesado en la escritura autobiográfica tal vez te interese nuestro taller de escritura autobiográfica y autoficción.

Me interesa saber cuándo se realiza este curso. saludos
Hola, Daniel:
Te hemos mandado un email con la información.
Saludos.