
Donna Leon es una autora conocida, sobre todo, como escritora de novela negra. Aunque nació en Estados Unidos, reside en la actualidad en Venecia, escenario principal de su serie de novelas protagonizadas por el comisario Guido Brunetti.
En su obra de no ficción “Sobre los libros”, nos ofrece una serie de consejos para aquellos escritores interesados en escribir novela negra. No obstante, no debemos tomarlos como reglas fijas, sino únicamente como consejos, muchas de las novelas negras que conocemos hoy día no siguen exactamente estas pautas. No son malos consejos, desde luego, al menos le funcionan a Donna Leon.
1-La elección de punto de vista.
Para Donna Leon esta es la primera decisión importante que un escribir de novela negra debe tomar: desde que punto de vista se contará la historia. ¿Es más adecuada la primera o la tercera persona? ¿Es mejor emplear un narrador omnisiente o un narrador interno protagonista? Aquí la opinión de la escritora:
Quien quiera escribir una novela de intriga debe tomar una serie de decisiones importantes antes de empezar. La primera, creo yo, es fijar el punto de vista. Es decir, el autor debe determinar si el narrador será un personaje de la novela y, por consiguiente, se pasará trescientas páginas explicando lo que «yo» vi, sentí y descubrí o si la narración será presentada en tercera persona. En tal caso, ¿el narrador será una voz lejana y omnisciente o se presentarán los hechos desde la óptica de uno de los personajes del libro?
La dificultad de utilizar la primera persona es evidente: la adquisición de información. Los medios por los que un personaje puede obtener información son muy pocos: la oye, la ve o la lee. (Vale, también puede olerla y palparla, pero hablemos en serio). ¿La oye porque se la cuentan o por casualidad? Si se la cuentan, tiene que ser un personaje lo bastante simpático como para inspirar confianza a fin de que la gente le haga confidencias. Si se entera por casualidad, ha de tener la suerte de estar en el lugar adecuado en el momento justo para cazarla al vuelo.
El lugar adecuado. Sea cual sea, el narrador tendrá que pasar ahí mucho tiempo para ver las cosas que ocurren y a la gente que las hace. Tendrá que estar en compañía de otros personajes precisamente cuando éstos estén hablando; habrá de tener acceso a lugares en los que pueda esconderse información; habrá de ser lo bastante perspicaz como para relacionar informaciones inconexas y hacer deducciones antes que los otros personajes y, lo que es más importante, antes que el lector.
2-La caracterización de la persona del narrador.
Una vez hemos escogido el punto de vista y quién será el narrador de la novela, hay que definir su personalidad. Si el narrador es un personaje, tendremos que crearle un pasado. Tendremos que definir su carácter y su inteligencia. Donna Leon aconseja crear narradores con un nivel cultural y de inteligencia similar al escritor.
Éstas son consideraciones de carácter práctico. Luego está el concepto estético. ¿Qué clase de persona será este narrador? Habrá de ser simpático(a) o interesante, a fin de captar la atención del lector durante todo el libro. El lector también ha de poder simpatizar con el narrador, apreciarlo, alegrarse de su éxito, especialmente si el autor piensa usar el personaje en otro libro.
Si va a escribir una narración en primera persona, el autor debe decidir en qué medida el personaje debe parecerse a él (ella). Lo más importante es el sexo: ¿el narrador será del mismo sexo que el autor? Luego están el nivel cultural y la inteligencia del narrador. Durante dos años, he sido crítica de novela de misterio del London Sunday Times y estoy harta de las pretensiones, generalmente de tipo cultural, de zoquetes que hablan de «alfombras orientales» y «cuadros al óleo». Con esta imprecisión, demuestran que ignoran la diferencia que hay entre Nain y Sarouk y Picasso y Degas. Yo aconsejo que crees a un narrador que sea parecido a ti, por lo menos por lo que se refiere a inteligencia o nivel cultural. Te será mucho más fácil hacerte pasar por una persona del sexo opuesto que por una persona más lista que tú.
¿Qué tipo de familia tiene el narrador y serán útiles sus miembros en función del argumento? ¿Y el trabajo? ¿Cómo se gana la vida el narrador y qué conocimientos exige del autor el desempeño de esa profesión? La profesión influye también en el modo en que el narrador se imbricará en la trama.
En la actualidad, priman las novelas seriadas que siguen al narrador en el tiempo y van dando al lector más y más información sobre la vida del personaje. Al principio, el autor no sabe si el éxito del primer libro arrastrará un segundo y hasta un tercero, por lo que es conveniente crear un narrador que sea lo bastante joven o simpático para aparecer en futuros libros y mantener el interés del lector.
Si a la hora de escribir novela negra utilizamos la tercera persona, que es lo más habitual, hay que empezar por fijar varios puntos de partida. Esta premisa, básica en los relatos en primera persona, aquí no parece tan elemental a causa de la ausencia del condicionante «yo».
3- El nivel de la prosa, el registro del narrador
Definida la persona del narrador, su inteligencia y carácter, nos queda cómo vamos a contar la historia. Cuál será el registro del narrador. Evidentemente deberá ser acorde al personaje que hemos creado. No intentemos que el narrador explique algo que ni el propio autor entiende.
¿Cuáles serán los conocimientos, la información y las referencias del narrador? Considero que esto, en gran medida, debe determinarse en función del público al que vaya destinada la novela. Si escribes para un público norteamericano debes suponer al lector un cierto bagaje —por desgracia, un bagaje muy ligero— de conocimientos que difiere del de un europeo. El autor no puede dar por descontado que el lector norteamericano sepa mucha geografía o historia, ni que las alusiones a sucesos anteriores a 1970 sean entendidas. No es éste el caso de muchos norteamericanos lectores de novelas de misterio, que suelen ser personas cultas, pero, si se busca el éxito en el gran mercado, hay que tenerlo en cuenta. No es arriesgado suponer que el lector europeo es más sofisticado y más culto.
Hay que fijar también el nivel de la prosa. ¿Frases largas y complicadas o escuetas y categóricas, al modo de buena parte de la novela de intriga actual? ¿Referencias al decorado de vasos griegos o a Los vigilantes de la playa? No hay nada que irrite tanto a un lector como una alusión a algo que no entiende, porque eso da al autor una imagen de pedantería, que es el beso de la muerte.

4-Preguntarse qué esperará el lector. Cómo dirigirse al lector.
Continuando con el cómo vamos a contar la historia, habrá que ponerse en el lugar del lector. Qué esperará de la novela, cómo espera que se resuelva el crimen, qué sentirá tras la resolución.
También hay que decidir los principios éticos del narrador y, por consiguiente, del autor. Dado que la mayoría de las novelas de intriga terminan con una resolución —ya sea la captura del malo o la venganza de la víctima—, el lector esperará un desenlace inequívoco y terminante, dos condiciones que raramente se dan en la vida. Así pues, el autor debe determinar quién será castigado y en qué medida, porque sabe que el lector así lo espera y desea. Un genio como Patricia Highsmith consiguió presentar a una serie de narradores totalmente amorales que, al tiempo que cometían sus diversas atrocidades, conservaban las simpatías del lector. Pero ella era un genio; el resto de nosotros no lo somos.
Luego está la manera en que el narrador se dirige al lector. Algunos lo hacen claramente, como a un interlocutor, mientras que otros, la mayoría, se mantienen a distancia y ni siquiera insinúan que exista un lector. Se han escrito pocas novelas de intriga en forma epistolar; supongo que habrá que esperar la novela en email, que ya debe de estar elaborándose sin duda.
5-La configuración del crimen
Por último, una vez hemos definido a nuestro narrador y nuestro protagonista, se trata de escoger el crimen, idearlo, planificarlo, componer la trama central de la novela. Esta es también una de las cuestiones más importantes.
Una vez definida la voz narradora, el autor tiene que decidir cuál será el crimen central. En la llamada Edad de Oro de la novela de intriga, los asesinatos se cometían por motivos personales, y el detective, ya fuera privado o de la policía, tenía la misión de descubrir quién había matado a lord Farnsworthy en la biblioteca con la daga malaya. Aunque todavía se escriben esta clase de libros, a la gente ya no le importa mucho quién matara a milord, por lo que el campo de la novela de intriga se ha extendido y abarca lacras sociales de más envergadura. Actualmente, los temas más socorridos son: abusos a menores, contaminación, corrupción política, drogas, la Mafia o compuestos de varios de estos ingredientes o de todos ellos. Estos temas, a diferencia del asesinato de milord, donde el escritor apenas tenía más preocupaciones que la de saber dónde está la carótida, exigen cierta labor de documentación. El autor deberá procurar que la cocaína proceda del país correcto, que los residuos tóxicos se embarquen por la ruta adecuada o que los ingredientes de la última droga de diseño sean los pertinentes.
Una vez el autor ha determinado el sexo y el punto de vista del narrador y la índole del crimen, debe introducir al protagonista en la acción. Si el héroe es miembro de la policía, nada más fácil: está encargado de investigar el caso. Si es detective privado, cazador de recompensas, abogado o cualquiera de esos personajes que evolucionan por el mundo del crimen, lo mismo digo: es su trabajo. Ahora bien, si el protagonista se ve envuelto en la trama accidentalmente, el autor debe inventar una razón que justifique el interés del personaje en el crimen y un medio que le permita obtener la información que conduzca a la solución del misterio. Porque debe haber un misterio.
Un juicio de piedra, una de las primeras grandes obras de Ruth Rendell, empieza así: «Eunice Parchman mató a la familia Coverdale porque no sabía leer ni escribir». Al parecer, pues, aquí no hay misterio, ya que desde el principio sabemos quién ha sido y por qué. Pero a medida que avanza la narración, el lector se siente invadido por el mismo horror que causa Edipo rey, mientras contempla cómo las alas de Némesis se ciernen sobre las víctimas, mientras los ve hacer las preguntas y los descubrimientos que los llevarán al desastre, y él debe permanecer en silencio, al otro lado de la página, incapaz de salvar a aquellas personas buenas y generosas del mal que ha entrado en sus vidas. Pero Ruth es otro genio y nosotros todavía no, de manera que el autor necesita un misterio.
Muchas novelas de intriga contemporáneas presentan un mundo lleno de corrupción política e institucional, y otras tantas parecen pobladas por asesinos en serie. Esto ofrece un fuerte contraste con las novelas de la Edad de Oro, que, en general, mostraban el crimen como una aberración en un mundo generalmente tranquilo y ordenado. Muchas de las novelas de ahora se centran en un tema que lleva implícita una denuncia acerca del estado del mundo. Puede ser el abuso de autoridad o la inevitable corrupción que acarrea el poder. Agatha Christie no tenía temas; ella tenía misterios.
Antes de empezar, el autor debe decidir el enfoque de la novela: tema o misterio. ¿La solución implicará a un culpable o estará involucrado en el crimen un grupo social o político más amplio? ¿Y habrá resolución o el culpable o culpables se sustraerán a la acción de la justicia?
Si te ha gustado esta entrada y tienes el gusanillo de escribir novela negra, te recomendamos nuestro taller de novela.
He leído el artículo desayunando una taza de té , mientras pensaba en cómo darle forma al crimen de mi próximo relato. Muchas gracias por la ayuda
Ummm, una taza de té, un crimen… ¿No estarás pensando en algún veneno?
Saludos