La recomendación de hoy nos llega desde Zaragoza. El escritor y colaborador del Heraldo de Aragón, Pedro Bosqued nos envía la reseña de “La lucecita” de Antonio Moresco. Bosqued, un enamorado de todo lo italiano que acaba de publicar su libro “Pieles de Italia” con la editorial Confluencias y que precisamente este mes estará firmando en la Feria del Libro Madrid, nos encandila con esta reseña tanto como el libro de Moresco.
La lucecita. Antonio Moresco.
Traducción de Francisco J. Ramos Mena.
Editorial Anagrama.
Barcelona, 2016. 170 páginas.
Pueden dejar de leer esto ahora mismo y seguir comiendo verdura entre semana y risotto cuando tengan invitados, como el niño y el adulto de la novela. De lo contrario corren el sano peligro de necesitar leer “La lucecita” porque es algo que no tiene igual. Ni mejor ni peor que nada, solo que está en otro lugar, es posible que en el que todos nos planteamos alguna vez, algún día. Por ejemplo, al otro lado del valle, en una luz que está encendida y que no podemos dejar de pensar que lo está para que nosotros la veamos. Podría ser lo anterior un bosquejo del argumento, o entender que en el bosque está entramada nuestra vida sin posibilidad de talar ninguna página. Y no tiene muchas páginas la novela, por ello se aprecia sin dificultad, la pulcra prosa del escritor. El mantovano Antonio Moresco vive en Milán y con pocas palabras, pero muchas letras se ha convertido en uno de esos creadores que lo quieran o no, están escribiendo la literatura actual. Su trilogía “Gli esordi”, “Canti del caos” y “Gli increati” forma tres tochos que tarde o temprano han de ser volcados al español. Y es apropiado decir volcados, porque su ritmo, y la voz, esa voz, dice mucho más que demasiados libros. Lo confirman las dos perlas ya antes traducidas por la sin par editorial Melusina. “El volcán” y “La cebolla”. Dos aperitivos que ahora dejan paso a este entrante por la puerta grande en Anagrama que es “La lucecita”. Un hombre en una casa de montaña en un pueblo deshabitado, y en su línea de fuga o justo enfrente, al otro lado del valle, una luz que nadie conoce. Y un continuo ir y venir en su busca. Y un imposible empeño por comprender hasta que el lector comprende lo que está leyendo. Una novela perfecta en la medida, en el ritmo que se evapora, en los animales que escoltan a las almas vayan a la escuela nocturna o no sepan sumar. Y en medio, el pulcro orden, la permanente irisación del gris. A ratos podría llegar Momo y quedarse en la novela. Lo que permanece en la retina del que mira al leer esta novela, es que no hay un pulso así en la prosa actual, que con razón en Italia hay un hueco para su nombre y que ahora el lector español podrá habituarse, so pena de necesitar leer más de él. Pues el que tiene el don de narrar así, puede que conlleve con resignación las miradas de los que le piden más madera. Antonio Moresco será con el tiempo un atemporal como lo son ya sus narraciones. Directo al yo que no miramos, se queda como una manta cálida, pero húmeda en nuestra piel. Si hay que convivir con nuestra humedad, “La lucecita” es un valor seguro en medio de la incertidumbre que el temor nos proporciona. Porque Moresco ha bebido de Kafka, Rulfo y Leopardi para emborracharnos con su claridad. A falta del montaje, ya se ha rodado la versión cinematográfica de la novela cuyo protagonista es el mismo autor, Antonio Moresco, bajo la dirección de Jonny Constantino y ambientada en la región de Basilicata. Si el cine es luz, no cabe duda de que “La lucecita” es literatura. Lindo libar.
Si te gustó este reseña, no dejes de leer esta novela y adquiere tu ejemplar de “La lucecita” en papel.
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