
¿De dónde sacan los escritores ideas para novelas? ¿Cuál fue la chispa que impulsó al autor a escribir esta historia? Seguramente, después de haber leído un libro que te haya gustado, te hayas hecho alguna de estas preguntas. Patricia Highsmith decía que “es realmente imposible quedarse sin ideas, ya que éstas se encuentran en todas partes. El mundo está lleno de ideas germinales”. Es cierto, podemos extraer ideas para novelas en cualquier momento y lugar.
Algunos escritores dicen que no se buscan ideas para novelas, sino que ellas te encuentran. Vargas Llosa dice no elegir sus temas, sino que ellos se le imponen. Para otros la idea es fruto de un trabajo. Gabriel García Márquez dice al respecto: «La inspiración no la concibo como un estado de gracia ni como un soplo divino sino como una reconciliación con el tema a fuerza de tenacidad y dominio».
En esta entrada vamos a conocer cómo surgieron las ideas de algunas de las novelas de escritores ya consagrados. Puede que te sientas identificado con la forma en que surgió la inspiración en muchos de ellos o puede que tengas tus propias fuentes de escritura. En La trastienda del escritor. Una vocación y un oficio, Pepa Roma dedica un capítulo a explicar “Cómo se gesta una obra”. La periodista y escritora, entrevistó a algunos autores de renombre y les hizo la pregunta que formulábamos al comienzo de esta entrada: ¿De dónde sacan los escritores ideas para novelas? En su libro nos habla, entre otras cosas, de ese fogonazo inicial, esa chispa creadora que provoca que nazca un cuento o una novela. Qué mejor manera de entenderlo esta primera fase de la escritura creativa, que leyendo cómo lo hicieron otros.
¿Cómo y de dónde surge la idea inicial, el impulso de escribir una poesía, un cuento, una novela?
“Todas mis novelas nacen de una idea fuerte. No puede ser cualquier idea, sino la que yo siento como LA idea”, cuenta Saramago, a quien siempre se le presentan como un fogonazo en los momentos más inesperados o intempestivos.
“Ensayo sobre la ceguera nace de preguntarme yo un día, mientras estaba esperando la comida en un restaurante, ¿qué pasaría si nos quedáramos todos ciegos? Otro día, en el avión, con Pilar, mi mujer, sentada al lado, mientras descendíamos hacia Brasilia, estaba yo mirando la aglomeración de pequeñas viviendas y gente pobre que había abajo, cuando de repente se me apareció la idea de la novela Todos los nombres. La que estoy escribiendo ahora y que se llamará El hombre duplicado —que no tiene nada que ver con la clonación, aclara el escritor—, surge mientras me afeitaba un día frente al espejo. A partir de esa idea-fuerza empiezo a imaginar la situación”.
Dos mujeres en Praga, con la que ganó el premio Primavera 2002 de Espasa, se le ocurrió a Juan José Millás leyendo otro anuncio en La Vanguardia:
“En él un equipo de escritores se ofrecía a escribir biografía por encargo. El anuncio decía que era el mejor regalo que uno podía hacer a sus hijos o nietos. Me llamó la atención y lo guardé. Es algo que hago muy a menudo. Cuando leo el periódico siempre tomo notas, recorto cosas que no sé para qué voy a utilizar, pero que me obsesionan, con lo que pienso que algún significado tendrán para mí”.
De entre el montón de papeles inclasificables e inclasificados que yacen sobre su mesa de trabajo sin encontrar destino definitivo, y que tanto pueden terminar siendo el tema de una nueva novela como en la papelera, saca un recorte con una noticia no menos inclasificable: “Indagaciones sobre la extraña fuerza de una hoja de papel arrugada”, en la que se habla de los experimentos físicos sobre la resistencia a plegarse del todo del papel.
“A que es algo curioso. No sé qué haré con ella, pero la guardo porque hay algo en esta noticia que me parece muy sugerente”, me dice Millás buscando con los ojos, si no mi complicidad, al menos mi comprensión ante algo a primera vista tan incongruente.
No todos los anuncios o noticias que le llaman la atención se convierten en novela. Solo cuando la idea toma fuerza y el significado aparece, Millás empieza a pergeñar su historia.
Así es como surgió también la tercera novela de Sara Rosemberg:
“Todavía no puedo explicarme a mí misma por qué me obsesionó tanto una de las noticias catastróficas que suelen salir en los periódicos y que llevaba por título “Las ranas de Dorset se están extinguiendo”. La leí, y mi imaginación se disparó. Ese disparo fue atrayendo imágenes como un imán y abriendo caminos. Al principio me parecía absurdo pensar que esa noticia tan nimia me preocupara tanto y se transformara en una metáfora poderosa del mundo en el que vivimos. En medio del desorden, de la maraña inicial, no podía dejar de escribir sobre esas endemoniadas ranas de Inglaterra. Ellas dieron forma a mi temor, a mi gran angustia de vivir en un tiempo en el que la naturaleza se ha transformado en una bomba de tiempo en nuestras manos, en el que la especie parece estar estúpida y paradójicamente destinada al suicidio. Aparecieron las ranas de la infancia, el anfibio original, y en lodo empezó a surgir la novela. Y a partir de ahí apareció, cómo no, la injusticia y la esquizofrenia del ser humano como telónd e fondo”.
Pero a menudo, la idea principal sobre la que reposará la novela no se descubre hasta después de empezada. Saramago pone como ejemplo la forma en que se la apareció el tema de La caverna:
“La idea de la caverna de Platón no nace al principio. Estaba en mitad de la novela escribiendo sobre un centro comercial cuando me di cuenta de que necesitaba situar por debajo esa caverna de Platón. Aquí tienes un ejemplo de cómo la idea fundamental puede surgir en el mismo transcurso de la escritura de la novela”.
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