Todo buen cocinero, necesita una receta. ¿Qué necesitamos para cocinar una historia? Para Rona Randall son tres los ingredientes más importantes de una historia, son aquellos que ella denomina ingredientes vitales. Esos ingredientes vitales a los que la autora británica hace referencia se refieren a las partes que configuran una estructura narrativa: planteamiento o inicio, nudo o desarrollo u desenlace o final. Sí, la estructura es algo fundamental en todo texto narrativo. Pero sobre todo, Randall hace hincapié también en la importancia de los personajes y los argumentos de nuestras historias. Ante todo deben ser verosímiles, creíbles para el lector.
Especial importancia tienen, sobre todo, los protagonistas de las novelas. En otra entrada del blog, Crear un personaje de ficción, vimos algunas formas de caracterizarlos. Ellos son el motor de la acción, lo que da vida a la historias. Debemos conocerlos a fondo, saber quiénes son, qué quieren, qué temen, de dónde vienen, su pasado y su futuro. Veamos lo que nos dice Rona Randall en su libro Escribir ficción.
Además de entusiasmo por la historia, un autor necesita dos cuestiones esenciales a las que ya nos hemos referido: unos buenos personajes y un buen argumento. Estos tres requisitos son predominantes en cualquier tipo de literatura popular porque su objetivo es el mismo: contar una historia con un principio, un desarrollo y un desenlace. Las variaciones (las exigencias individuales de trasfondo, tiempo, lugar, tema y género) se desarrollarán a partir de esto. Recuerde que la construcción de una novela romántica o una novela de crímenes o cualquier otra obra de ficción difiere de las otras categorías sólo en parámetros particulares.
¿Pero cómo empezar? ¿Cómo crear el argumento y personajes creíbles?
¿Qué es primero, el argumento o los personajes?
Existe la creencia habitual de que el primer paso para escribir ficción es trazar un argumento, y el segundo dibujar algunos personajes. Es fácil, se cree: se esboza una historia y se crea una situación tras otra, una acción tras otra, y listo.
¿Eso es todo? Piénselo de nuevo. ¿Conoce a las personas que espera que encajen con tanta facilidad en su plan preconcebido? ¿Cómo piensan, sienten, reaccionan? ¿De dónde son? ¿Dónde han crecido? ¿Qué influencias han moldeado sus formas de ser? ¿Son ese tipo de personas que siempre están dispuestas a hacer lo que usted quiera? ¿No prefieren tomar las decisiones por sí mismas? Y, como seres humanos, ¿no cortarían los hilos que mueven su trama y le dejarían sumido en la más absoluta confusión?
Desde mi punto de vista, insertar personajes en un argumento ya completo es como colocar figurillas de cartón sobre un mapa. Existe el riesgo de que la historia sea tan artificial que no convenza a nadie.
Estoy seguro de que Humbert Wolfe hablaba con conocimiento de causa cuando afirmó que en la buena literatura no se puede armar una trama y después meter en ella a los personajes, que la trama —la historia— sólo puede crearse a partir de los personajes. Somerset Maugham afirmó lo mismo, y el historiador Edward Gibbon lo ratificó al decir que la historia es poco más que un registro de los crímenes, locuras y desgracias de los seres humanos. Coja cualquier periódico y verá que los tres tenían razón.
Las personas crean los argumentos, las personas que exigen un rescate para liberar a sus rehenes, los reyes destronados, los niños secuestrados, los políticos intrigantes, los que cometen asesinatos, violaciones y robos, los que mantienen a las esposas, los maridos, los padres, los niños y los amantes en la esclavitud emocional o, por el contrario (cosa que omite la lista de Gibbon), consiguen grandes cosas, realizan actos heroicos, románticos y desinteresados. Con este material y estas personas se hacen las historias.
Mire su propia vida. ¿Hasta qué punto ha sido usted responsable de ella? ¿Cuántas decisiones ha tomado y se ha aferrado a ellas porque creía que eran las adecuadas, independientemente de la opinión de las demás? ¿Cuántas cosas ha decidido hacer deliberadamente y cuáles fueron los resultados? ¿Y con qué frecuencia ha dicho: «Ojalá hubiera hecho esto… o aquello…» y después ha tratado de visualizar los resultados de todas las posibilidades, comparándolos con los de su decisión real?
Es innegable que la mayoría de la gente, intencionadamente o no, es responsable de muchos sucesos de su vida. No todos los cambios y giros pueden ser atribuidos meramente al destino. Tomamos decisiones, a veces acertadamente y a veces con irresponsabilidad, pero la cuestión es que las tomamos. Dentro de nuestras limitaciones y de las circunstancias en las que nacemos, somos responsables de una buena parte de nuestros destinos, y en consecuencia muchos nos sobreponemos a nuestras limitaciones o circunstancias. Lo mismo les sucede a los personajes de ficción. Si usted vive con ellos, les deja cocerse a fuego lento en su mente hasta que los conozca de verdad, les comprenderá, simpatizará con ellos y les dará una personalidad. Entonces descubrirá que aquello que los escritores repiten con frecuencia, que los personajes «cobran vida propia», no está lejos de la verdad.
La idea básica de la historia será suya, pero el desarrollo de la acción dependerá de los personajes. La acción debe siempre permitir que mantengan su naturaleza, porque surge de sus naturalezas. Así que aunque usted tenga el control, debe dejar que sus personajes tomen parcialmente las riendas, porque de otro modo tirarían en una dirección contraria a la de usted y su historia podría verse en dificultades. Debe hacerse constantemente preguntas como: «¿Haría él algo así? ¿Estaría una mujer como ella contenta y tranquila en una situación como esta? ¿Se comportaría una pareja como esta así? ¿Sería esta actitud natural en este hombre?
Pero a pesar de que creo firmemente que los personajes son lo primero, Elizabeth Jane Howard afirma categóricamente que el primer paso es el tema. Jamás se me ocurriría discutir con una escritora tan distinguida, pero, como muchos otros, considero que el término «tema» es un tanto vago, y que alberga aspectos oscuros que sólo pueden cobrar vida por medio de los personajes. Si, por ejemplo, usted decide que su tema será el nepotismo, ello puede sugerirle una empresa familiar con resentimiento y celos entre los empleados. Sin estos personajes esenciales que esperan poner de manifiesto estas emociones y desencadenar una acción consecuente, la historia tardará en despegar.
Me encanta como explicas los temas.
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Ale K
Hola, Alexandra.
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