
Por qué escribir, es una de las preguntas que con más frecuencia se hace a los escritores y aficionados a la escritura. Cuáles son las razones por las que un escritor decide dedicar su tiempo a la literatura, qué es lo que les mueve a pasar horas y horas en soledad, sentado delante de las páginas en blanco o de la pantalla del ordenador: es una cuestión que siempre nos ha interesado, sobre todo, a los que comienzan también su andadura en el camino de las letras. Las respuestas que dan son muy variadas, desde los que no pueden encontrar ninguna razón concreta para hacerlo, hasta los que entienden la escritura como una necesidad.
Para muchos es, en cierto modo, una forma de meditar, de reflexionar sobre la vida en general y sobre su propia vida. Es una manera de recuperar los recuerdos, los que incluso creían olvidados: es recuperar la memoria. Escribir es una manera de entender el mundo y también, cómo no, una forma de evasión. Porque inventar historias es casi como vivirlas, creamos una vida emocionante para no pensar en la monotonía de la nuestra. El arte crea la vida, el arte crea lo que es interesante, el arte crea lo que es importante; dijo Henry James.
Para algunos, la escritura va ligada al placer, a la sensación que sienten cuando escriben: escriben porque disfrutan haciéndolo. Para otros es difícil separar la escritura de sus conflictos internos y utilizan a sus personajes como una manera de resolverlos. Escribir es para algunos escritores una manera de expresarse, de comunicarse, aunque sea con lectores con los que nunca intercambiarán una sola palabra.
Hay autores a los que les molesta la pregunta, no les interesa, quizá porque, para ellos, lo importante no sea por qué escribir, sino solo escribir.
En sus Clases de literatura, Julio Cortázar explica que no sabe muy bien por qué lo hace, pero quizá, conocer y caracterizar a sus personajes es una manera de conocer al prójimo:
Siempre he escrito sin saber demasiado por qué lo hago, movido un poco por el azar, por una serie de casualidades: las cosas me llegan como un pájaro que puede pasar por la ventana. En Europa continué escribiendo cuentos de tipo estetizante y muy imaginativos, prácticamente todos de tema fantástico. Sin darme cuenta, empecé a tratar temas que se separaron de ese primer momento de mi trabajo.
En esos años escribí un cuento muy largo, quizá el más largo que he escrito, «El perseguidor» —del que hablaremos más en detalle llegado el momento—, que en sí mismo no tiene nada de fantástico. Pero, en cambio, tiene algo que se convertía en importante para mí: una presencia humana, un personaje de carne y hueso, un músico de jazz que sufre, sueña, lucha por expresarse y sucumbe aplastado por una fatalidad que lo persiguió toda su vida. (Los que lo han leído saben que estoy hablando de Charlie Parker, que en el cuento se llama Johnny Cárter.)
Cuando terminé ese cuento y fui su primer lector, advertí que de alguna manera había salido de una órbita y estaba tratando de entrar en otra. Ahora el personaje se convertía en el centro de mi interés. Mientras que en los cuentos que había escrito en Buenos Aires los personajes estaban al servicio de lo fantástico como figuras para que lo fantástico pudiera irrumpir. Aunque pudiera tener simpatía o cariño por de terminados personajes de esos cuentos, era muy relativo. Lo que verdaderamente me importaba era el mecanismo del cuento, sus elementos finalmente estéticos, su combinatoria literaria con todo lo que puede tener de hermoso, de maravilloso y de positivo.
En la gran soledad en que vivía en París de golpe fue como estar empezando a descubrir a mi prójimo en la figura de Johnny Cárter, ese músico negro perseguido por la desgracia cuyos balbuceos, monólogos y tentativas inventaba a lo largo de ese cuento.
Y tú, ¿te has hecho esa pregunta? Tal vez contestes que no lo sabes con seguridad o tal vez prefieras no decir nada. Puede que no te guste la respuesta.
Por qué escribes. Por qué escribir.

¿Por qué escribir? Cada uno tendrá sus motivos para hacerlo. En mi caso es algo casi terapéutico, que me calma y sacia, cuyo último fin es la exposición a los demás. Sin embargo, recientemente he hecho mi primer taller literario y, por lo tanto, la primera vez que alguien desconocido “me” leía. Mi gran pudor inicial fue dando paso a un deseo de reconocimiento que me ha sorprendido porque el fin no era ese… El caso es que esto me ha servido como motivación de esfuerzo y ganas de seguir uniendo palabras con sentido.
Saludos.-
Si te sirve de motivación, perfecto, Julia. Pero no dejes que sea el deseo de reconocimiento lo que te impulse a escribir. Gracias por pasarte por nuestra Escuela.
Una vez que el escritor empiece a escribir para ganar fama, se ha convertido en la peor amenaza de las letras…..
Escribir es una aventura. Lo que he escrito ha sido tomando como punto de partida vivencias propias o de otros. Nacen de algo real pero el desarrollo es producto de la imaginación. Tremendo blog. Gracias.
Creo yo que escribir es una de las más puras manifestaciones de algunas de las cualidades del ser humano, de su naturaleza, conjugadas de manera creativa: el deseo inexigible de crear, la necesidad inevitable de comunicar y la insaciable curiosidad por los medios que nos llevan a conseguir lo anterior.
Para tener una familia creada por mí en cada uno de los personajes. Nunca he conseguido haciéndolo así nada positivo. De alguna manera estoy yo en cada uno de ellos. Algunos escritores piensan que no debe ser así. Yo sigo escribiendo. He ido a talleres de creación literaria, pero si a mis compañeros o a mi profesor o profesora les ha gustado algo me he saltado las reglas, excepto en poesía.
Me cuesta creer a aquellos (como Julio Cortázar y Julia) que dicen escribir por escribir, sin saber por qué, por una necesidad ambigua, como último fin, etc. Uno escribe para que lo lean. Punto. Un escritor necesita a un lector. Ese lector es un bien necesario. Una película necesita a un espectador. Un libro se lee. Una película se ve. Me resulta imposible ponerme a escribir sin pensar (aunque sea engañandome) que lo que estoy haciendo no merece ser leído. Si fuese así, no lo escribiría. El tiempo es limitado y no es bueno perderlo a lo tonto. Y no hablo del mío, me refiero al del lector.
En resumen, todo escritor busca un lector. Sé muy bien que da miedo exponerse, pero no/s engañemos.
¿Es usted escritor?
¿Conoce usted la obra de Cortázar?
Me parece (sí se me permite escribir algunas palabras) que lo primero que debemos diferenciar son los tipos de escritores o las razones por la cual escriben. Existen muchas razones, pero en este momento nos enfocaremos en 2; el escritor que escribe únicamente para que lo lean (o sea que si nadie leerá lo que escribe, se puede decir que no escribiría) y el escritor Cortázar, el cual escribe porque siente la necesidad de hacerlo (motivos individuales), independientemente de que lo lean o no.
Diríamos entonces que el escritor “A” es aquel que depende de un público para escribir; puesto que no considera el escribir como un arte, una auto-terapia, o lo que es más importante aún, un estilo de vida.
El escritor Cortázar escribe porque le nace, porque alguna imagen le sacude el cerebro como en “Las babas del diablo”, porque no existe en el mundo una labor más importante que el don de escribir.
En realidad nadie escribe para ser leído, quizás sí con la esperanza de que lo lean, o consciente de que alguien lo leerá; pero lo que se escribe, siempre es provocado por una fuerza interior que llega como algún dolor de cabeza, provocado o no provocado, sediento o sin sed; que no puede esperar ser expulsado del cuerpo, y una vez expulsado, una vez fuera de la cabeza, ya siente el escritor que ha cumplido con su labor.
Lástima que quizás esto que escribo ahora será leído por alguien; pues esto no debió haber sido escrito nunca, nunca debió esto haber sido escrito; debido a que quien no es escritor tal vez no lo necesite, y quien es un escritor verdadero entiende perfectamente que la primera oración entre paréntesis no pide permiso para escribir, el “sí” no es condicional, como tampoco tiene sostenido; por lo que queda demostrado que un verdadero escritor escribe, la lectura del escrito siempre será la preocupación del personaje de la segunda oración entre paréntesis, nunca del escritor Cortázar.
Escribo porque no puedo dejar de hacerlo. No espero que la señora inspiración me visite. Le doy lugar al acontecimiento que me impacta y me moviliza. Lo dejo reposar y luego de la mano del humor y del absurdo lo convierto en relato.
Bien hecho, Patricia. Déjate llevar.
Gracias por pasarte por aquí.
No sé si podría responder esa pregunta, y no creo que se deba al temor de dar una respuesta incorrecta. Personalmente no creo que la haya. Sólo sé que una vez que las palabras empiezan a caminar en mi cabeza rara vez me dejan en paz hasta descargarlas en un papel, teléfono o computador. Estoy empezando un blog personal el Facebook y aun no entiendo qué me movió a hacerlo. Simplemente lo hice. Simplemente escribo, y ya comenzada la tarea no puedo parar. Puede sonar terriblemente gracioso citarme a mí misma pero hace unos minutos me presenté ante mis futuros lectores de la siguiente manera:
“…pero cuando las palabras fluyen es porque hay un torrente en el corazón que tarde o temprano termina por desbordarse.”
Saludos y muchas gracias porque este blog también ha sido parte en inicio del mío.